Petite Maman: la emotiva película de la directora de Retrato de una mujer en llamas

Con Retrato de una mujer en llamas, Céline Sciamma se presentó al mundo como directora de largometrajes. No fue su debut como realizadora pero sí la cinta que le dio mayor llegada. Logró construir un relato de amor prohibido entre dos mujeres, en una época de morales rígidas y heteronormativas. Ahora, llegó su segunda producción al cine centrada en otra historia sobre un vínculo complicado entre una madre y su hija.

Se trata de Petite Maman, producción de a penas una hora y quince minutos en la que Nelly es la protagonista. Tras el funeral de su abuela, acompañará a su madre a vaciar la casa de su infancia, con la intención de poder conocer más sobre ella. Sin embargo, la crisis la afectará tanto que preferirá irse y dejar sola a su niña con su esposo, para que ellos se encarguen de todo. Mientras juega en el bosque, se encontrará con otra niña muy parecida a ella, que parece ser una versión joven de su madre.

No está claro cuánto es fantasía y cuánto sucede realmente en esta película (casi como en El Padre) que prefiere dejar todo a criterio del espectador, para contar una historia con la que es muy fácil empatizar. Los vínculos son demasiado complejos y cada vez tienen menos espacio en los tiempos que corren, donde el trabajo y las pantallas nos absorben, pero esto es algo que los niños no tienen porqué entender.

Joséphine Sanz y Gabrielle Sanz se pondrán en la piel de las protagonistas y lo harán con una soltura admirable, sin perder la inocencia que este tipo de historias requiere. Una película que casi no cuenta con música, solo en una secuencia final es más notoria, y se apoya en las interpretaciones y el sonido del ambiente. Las hermanas Sanz transmiten todo a través de la pantalla pero también hacia sus colegas adultos, que muchas veces solo tienen que reaccionar a ellas, y lo hacen con mucha autenticidad, como si efectivamente se sorprendieran en cada secuencia.

Tomboy, el debut de Sciamma como directora

Petite Maman no fue la primera vez en la que Céline Sciamma tuvo que dirigir niños. En 2011, se estrenó Tomboy, una historia muy adelantada para la época. La historia se centraba en la vida de Laure, de diez años, que se mudaba a un nuevo vecindario y aprovechaba la oportunidad para presentarse como Mikhael, la identidad que quería asumir. Se trata de un largometraje sobre la identidad muy interesante para comprender un poco más sobre cómo se pueden vivir las transiciones.

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