Es posible que entre las tendencias y populares de Netflix aparezca el título Roberto Baggio: El Divino.Si eres futbolero, seguro no dudarás en acceder a ese contenido, mayor aún si creciste viéndolo jugar, o en su defecto has escuchado a alguien hablándote acerca del futbolista que fue. Pero si no te gusta el futbol y tienes curiosidad por descubrir quién es este tipo al que incluso se le hizo una película, hay motivos para prestarle atención.

Se trata de una ficción apegada a la realidad de lo que fueron episodios en la vida personal y deportiva del crack italiano. ¿Es una gran película? No, no lo es, porque se apega más a un tratamiento informativo de corte periodístico que a la libertad que concede el lenguaje cinematográfico para explorar al personaje, que en este caso es una estrella del futbol distante de escándalos y sensacionalismos. Sin embargo, cumple con su propósito de acercar al espectador hacia la intimidad de una figura como lo fue Roberto Baggio.

Razones para verla

La dirección. Este trabajo es dirigido por la cineasta italiana Letizia Lamartire e influye que haya sido la elegida para hacerlo. ¿Por qué? Porque contempla a Baggio y al juego con una óptica distinta al tono primitivo y bullicioso con que los hombres tienden a ver el futbol y a sus protagonistas. En este caso, la directora matiza a un ídolo desde la introspección y eso se observa en las secuencias hechas en interiores, donde su personaje principalcuestiona, pregunta, duda. Cuando está en exteriores, él reclama, actúa.

El budismo. En la misma época en que se hablaba de las adicciones de Diego Armando Maradona y los escándalos de Paul Gascoigne, Baggio llamaba la atención por salirse del perfil que tenían grandes figuras del futbol. Mientras otros preferían la vida nocturna, las cámaras encima y los desenfrenos, el italiano se dedicaba a procurar su tranquilidad y alimentar su espiritualidad mediante la filosofía budista. Disfrutaba meditar, estar en casa, lo que hizo atípica su trascendencia en un deporte que devora talentos con facilidad.

La ética. Hoy día resultan groseras las cantidades que percibe un futbolista de clase mundial aunque no juegue. Con Baggio era imposible que eso sucediera por una razón: si no jugaba, no cobraba. Uno de sus criterios como profesional era desquitar en la cancha lo que se le pagaba porque era un compromiso con el club y con los aficionados que confiaban en él.

Tiendas de discos. Previo al boom del cassette, la fascinación por escuchar música consistía en ir a conciertos o comprar acetatos. Para los italianos, como Baggio, lo más cerca de estar con bandas extranjeras eran los lugares que vendían vinilos. En ocasiones tenían que esperar más de lo debido hasta que llegaban los embarques con las novedades. El guiño en la película vale la pena.

El vestuario. Aquí hay de tres posibilidades: reconocer lo terrible que era la vestimenta ochentera, admitir que la ropa tampoco mejoró en los noventa y extrañar los botines completamente negros para jugar futbol. Quizá sea nostálgico para algunos, mientras que otros agradecerán no tener que vestirse así en la actualidad.