Una pareja abandonó la sala a los veinte minutos de iniciada la película. Una mujer no dejó de exclamar de manera reiterada “qué asco”, sin embargo, resistió hasta el final. Un grupo de adolescentes permaneció en la sala en cuanto aparecieron los créditos finales y manifestaron que no fue lo que esperaban ver, pero les provocó reacciones distintas: un chico no le entendió nada, una chica estaba impactada por lo que vio porque le pareció novedoso y otros dijeron que fue “algo muy loco”.

A nivel colectivo, sin ponerse de acuerdo, los asistentes a la función coincidieron en cuestionarse qué carajos habían visto. Mientras que a algunos les resultó un contenido asqueroso y desagradable por lo que se mostró en pantalla, otros trataron de explicarse de qué iba la historia porque les resultó un contenido incomprensible. Si lo que quería Stefan Lernous era impactar o incomodar al espectador, lo logró.

Hotel Poseidón nos muestra a Dave (Tom Vermeir), un tipo que aspira a ser el administrador del abandonado hotel que lleva el nombre de la película. Vive al interior de ese inmueble cuyas estructuras son ruinas en medio de lo que parece un apocalipsis. Suciedad, mugre, hedor, descomposición total. Todo es repugnante, denigrante. Aún así aloja a una turista que solamente quiere pasar una noche ahí. También tiene como huésped a una tía moribunda que sostiene económicamente al lugar gracias a su pensión. 

Dave se baña en desodorante de spray, le tiene aversión-resistencia al sexo, su escusado está lleno de mierda, cocina y come alimentos casi putrefactos en trastes sucios. Deambula por los rincones del hotel como un zombie sin intención de nada, se mueve por inercia. Lo único que lo saca de su deplorable rutina es limpiar un poco el espejo de su habitación para mirarse en él y darse cuenta de que existe. Solamente él sabrá qué piensa o qué siente viéndose a sí mismo. No por nada lo único que es capaz de limpiar, aunque sea poquito, es el espejo. Sin embargo, de manera paulatina, caerá en una pesadilla debido a que su cordura está en riesgo.

Dicha pesadilla -que bien puede ser la representación de un infierno existencial en el cual Dave enfrenta e intenta convivir con sus demonios internos (como el sexual)- se cuenta con un trabajo de cámara muy interesante por parte de Geert Verstraete. Fundamental es el manejo de los espacios que tiene para combinar planos fijos con planos secuencia en aras de involucrar al espectador como si fuera un cliente o un invitado más a ese purgatorio del que quisiera huir de inmediato pero no puede ante la sensación de encierro que genera.

La puesta en escena con los actores y el diseño de producción son otros elementos de los que se sujeta Stefan Lernous para encaminar a Dave en un denso episodio alucinatorio que se narra con secuencias largas. Ese timing que parece ser estático para el protagonista puede ser eterno para quien está en la butaca, sobre todo por la atmósfera aborrecible que desprende el hotel.

Hotel Poseidón es una película que causa efectos tan extraños que puede obligar a alguien que tiene asco a terminar de verla. Puede ser, si nos inclinamos por esa interpretación, que esa elección es porque también vive el averno delirante de Dave desde sus propios demonios. En otras palabras, una trampa.