La primera temporada de Pálpito ha sido, sin dudas, una historia emocionante, atrapante y novedosa, en especial por el tema que trata: el tráfico de órganos. Pero ahora, con su segunda edición, la cual llegó a Netflix este miércoles 19 de abril, se renovó no sólo de episodios, sino también de adrenalina, acción y drama.
Hay que recordar que, en la primera parte, las cosas cambiaron completamente para Simón y Camila. Él, por un lado, se vio obligado a viajar a México luego de salvar a su hija de un secuestro y ella, por el otro, se hizo pasar por muerta y viajó a Turquía para escapar de Zacarias. Pero, para estos nuevos episodios, el trío más controversial de la historia regresa envuelto en un gran drama.
Tras un año y medio sin verse Camila y Simón se reencuentran hasta que Zacarías aparece para truncar su paz y, por sobre todo, su amor. Pero, más allá de esto, con solo ver los primeros dos episodios de Pálpito me alcanzó para saber que, a pesar de que el tráfico de órganos sigue siendo el puntapié inicial de la historia, ahora hay un nuevo nudo para desarrollar: la venganza.
Interpretado por Sebastián Martínez, Zacarías vuelve a ser el villano, pero esta vez con un solo objetivo: que Camila (Ana Lucía Domínguez) y Simón (Michel Brown) le pidan perdón incluso de rodillas. Con este personaje no sólo está la gran labor del actor, quien logra dar escalofríos con su actuación, sino también el perfecto guion que tiene esta serie original de Netflix.
El libreto enmarca todo el drama que vivió Zacarías tras la desaparición de Camila desde el primer episodio. Es un juego perfecto de tristeza, engaño y manipulación que tiene, por detrás, a una mente brillante como Martínez para realizar un trabajo que genera dos cosas: empatía por momentos y escalofríos por otros. Pero, la realidad es que él no es el único.
Michel Brown, nuevamente interpretando a Simón Duque, muestra una versión reforzada de su personaje. Ahora no es la víctima que está enfocado en solo dos sentimientos: tristeza y venganza. En esta temporada y tras todo lo sucedido, Simón está lleno de fortalezas y tiene un solo objetivo: proteger a su familia a cómo dé lugar. Aquí es, nuevamente, donde queda en evidencia la gran combinación entre actor y guion.
Sin embargo, quien ha superado mis expectativas siendo la única que logró romper la cuarta pared entre el espectador y la ficción es Ana Lucía Domíngez en la piel de Camila. Más allá de que su trama sigue siendo muy dramática, la actriz demostró ser la ideal para este papel. Su personaje, en esta edición, es una combinación idónea entre miedo, frialdad y emociones que atrapa por completo.
Los tres actores, a lo largo de los diez episodios, tienen un papel fundamental para que la fascinante historia se desarrolle de manera tal que, al final de cada capítulo, uno quede con ganas de más. Porque, si hay algo con lo que cuenta esta serie, es que sabe cómo atrapar de principio a fin jugando, como en la primera temporada, con la psicología del espectador.
En su forma de efectuar cada escena, cada momento dramático que viven los personajes es emocionante y sublime al mismo tiempo. Porque, además, ahora Pálpito no se enfoca sólo en cómo el mercado negro lucra con el tráfico de órganos, sino también en cómo una familia puede ser tu fortaleza a pesar de que la venganza de otro intente arruinarla.
Y ahora, lo que hace que la segunda edición sea mucho mejor que la primera, es que Netflix dejó a un costado esas escenas surrealistas que rompían con el entusiasmo de ver una historia que podía ser verdadera. Ahora es tan oscura y enigmática que tiene el paso para convertirse en una de las mejores ediciones del gigante de streaming.