No quedan dudas de que el teatro argentino está atravesando uno de los momentos más complicados de los últimos tiempos. Luego de una significativa pausa obligada por la pandemia, poco a poco comienzan a aparecer nuevos estrenos en la cartelera porteña que ofrecen material renovado y que apuntan a traer de regreso el público a las salas. Y es probablemente por eso que buena parte de las propuestas de la mítica calle Corrientes están enmarcadas dentro de la comedia.
Ejemplo de esto es Tres vidas para Oswald, la nueva apuesta del Teatro Premier de Buenos Aires que durante 80 minutos presenta una historia donde la diversión está garantizada. La trama gira alrededor de Osvaldo, un hombre de clase media que parece haber encontrado el amor en Pilar, una de las abogadas más prestigiosas del país. Y aunque aparenta ser un matrimonio consolidado con dos niños, el divorcio se precipita.
Pese a que está desempleado, sin pareja y desganado, “Oswald” mantiene la puerta abierta si de relaciones sentimentales se trata. Giselle y Jetzabel, otras dos mujeres muy diferentes entre sí, formarán parte de su destino, siendo sus compañeras en distintas etapas de su vida. Constantemente, su rutina se verá sacudida por cambios inesperados, tragedias y, ante todo, mucho humor.
Con libro y dirección de Christian Ortiz, Maximiliano Ghione interpreta al gran protagonista de esta obra. Pero, contrario a lo que se espera, una única actriz es capaz de interpretar estos tres perfiles tan distintos. Se trata de Claribel Medina, con quien Ghione construye una dupla espectacular donde la química es palpable y la complicidad es absoluta. En Tres vidas para Oswald, llevan adelante una actuación hipnótica.
Lo cierto es que el argumento resulta bastante llano. De hecho, no se aleja demasiado de otras comedias de la cartelera de la calle Corrientes como Mi madre, mi novia y yo. A pesar de que en los primeros minutos la ficción promete estar cargada de giros insospechados, conforme avanza la trama se vuelve algo repetitiva, casi sin tener un gran remate. A esto se le suma una escenografía austera y una puesta de luces y sonido que no fluyen con la naturalidad esperada. De todos modos, son sus propios protagonistas los que obligan a la audiencia a abstraerse de aquellos desperfectos, para concentrarse en un sinfín de enredos realmente muy divertidos.
Los artistas en escena ofrecen un humor exquisito. Con ingenio y elocuencia, se paran frente al público -rompiendo en más de una ocasión la cuarta pared- generando empatía con cada una de las secuencias. Al tratarse de una comedia, existe espacio para la improvisación. Y es aquí donde queda en evidencia la gran capacidad de Ghione y Medina para caer bien al público, incorporar en sus líneas guiños acerca de lo que ocurre por debajo del escenario y hacer partícipes a todos los presentes.
En ciertas escenas, la repetición de recursos como gags que se reiteran en más de una oportunidad o el simple hecho de elevar la voz con la expectativa de provocar la risa del público, puede tornarse algo molesta. No obstante, la inteligencia en buena parte de los remates opacan aquellos momentos en los que no son efectivos. En este sentido, desde el 11 de agosto, todos los jueves de agosto y septiembre continuarán con funciones en el Teatro Premier, además de que la obra llevará adelante en una gira todos los fines de semana en distintas ciudades de la provincia de Buenos Aires.