Antes de ingresar a la sala, se puso a llorar. El chico disfrazado del Hombre Araña se quebró por la emoción de que llegara el día más esperado del año para él. Su novia lo abrazó con ternura conminándolo a que disfrutara la película. Tomándolo de la mano, entraron juntos entre aplausos de otros fans que estaban formados en la larga fila para comprar palomitas y atestiguaron ese momento.

La escena bien pudo parecer ridícula para quienes no son afectos al universo de Marvel, sin embargo, para los fanáticos allí reunidos, especialmente jóvenes, se trató de un hecho natural de cualquier estreno relacionado a historias de superhéroes, o de Spider-Man. Tan natural como que alrededor había más chavos y chavas vistiendo el traje del arácnido en compañía de sus parejas.

Pero no todos los disfrazados llegaron acompañados ni contentos al cine. A uno de ellos lo “bolsearon” en el metro y le robaron su cartera, por lo que estuvo ocupado varios minutos reportando sus tarjetas bancarias, además de sentir angustia por no tener para el pasaje de regreso a casa. Otros, no menos mortificados, tomaron café para calmar los nervios y mantenerse despiertos después de no dormir toda la noche por el entusiasmo de ver a su Peter Parker consentido. “Esto pasa solamente una vez en la vida, así que no puedes echarlo a perder por el sueño”, comentó a Spoiler una declarada enamorada de Tom Holland sobre su insomnio.

En el área de dulcería, un hombre adulto pidió a quienes estaban formados tener paciencia con los trabajadores del cine. Con voz tranquila y paternal, sin exabruptos, argumentó que por primera vez en la pandemia había tanta gente en los complejos cinematográficos, que era necesaria la calma. “No seamos mala onda o groseros. Así como para nosotros puede ser nuevo volver al cine, para ellos también. Todos nos olvidamos de lo que era una experiencia de este tipo”, les explicó luego de escuchar a una persona que silbó en signo de premura hacia los empleados.

Finalmente, previo a pasar a tomar sus asientos en las respectivas salas, como si se tratara de un código tribunero, los fanáticos se decían entre sí que “nada de spoilers, eh”, “pamba al que haga spoilers”. Nadie, no había nadie a la redonda con esa intención. Todos estaban en un mismo canal: el deseo de sorprenderse. Vaya, un código de respeto para su causa.

Al terminar Spider-Man: No Way Home…

En cuanto cruzó la puerta hacia el exterior, una chica comenzó a grabarse con su celular para presumir que había visto “la mejor película de todos los tiempos”. Con la aclaración de que no iba a spoilear, invitó a sus contactos a no perderse por nada del mundo “una obra maestra de Marvel”.

Hubo lágrimas. Por supuesto que hubo lágrimas. Fueron derramadas por aquellas y aquellos fans que calificaron de “¡está de no mames!” esta entrega dirigida por Jon Watts. “Hay que ser muy amargado para no sentir todo lo que te ofrece esta maravilla”, compartió uno de los tantos Hombre Araña que acudieron disfrazados.

También hubo prisa. Y es que quienes acudieron en grupo de amigos debían moverse rápidamente a otra sala porque adquirieron entradas para tres funciones consecutivas del primer día de estreno. No conformes, para los días posteriores, tenían boletos de cuatro funciones más. Su objetivo es ver Spider-Man: No Way Home cuantas veces sea posible.

Una que otra persona adulta no disfrutó la película porque no le gustó. Pero eso no quiere decir que la haya pasado mal. ¿El motivo? Haber presenciado emociones ajenas sobre un fenómeno que, como bien dijo el director Paul Thomas Anderson, implica el regreso de la gente al cine. Y acudir a una sala, sobre todo tras lo vivido en la pandemia, ofrece la posibilidad de vivir una experiencia fuera de la pantalla cuando la historia no te atrapa. Muchas veces, las historias suceden en el asiento de al lado. Este estreno fue muestra de ello.