Vivimos con la idea de que el pasado fue mejor. Ese arraigo a lo que consideramos que fueron años maravillosos de nuestras vidas, nos puede estancar en la nostalgia de forma nociva. ¿De qué manera? Motivándonos a despreciar el presente que viven y enfrentan otras personas que tienen la edad que alguna vez tuvimos. Actualmente ese fenómeno se aprecia con claridad en el rechazo y juicio que existe hacia la juventud, olvidándonos incluso que transitamos por esa etapa, o en su defecto comparándola con nuestros días que no volverán y creemos que fueron “correctos”, aunque no hayan sido así.
Con ¡Ánimo juventud!, el director Carlos Armella nos concede la oportunidad de reflexionar acerca de la adolescencia ajena a partir de nuestra madurez adulta, si es que la tenemos. Basta con comprender que también fuimos chavas y chavos con ganas de devorarse al mundo, pero al mismo tiempo de no sufrirlo.
Para llegar a ello, Armella desarrolla una comedia no lineal que nos muestra a Martín, Daniel, Dulce y Pedro, cuatro jóvenes que crecen entre las adversidades que registra la cotidianidad de la Ciudad de México, además de las propias complejidades que implica ser adolescente.
Daniel es un chico que se convierte en padre a temprana edad, pero no teme a su responsabilidad y quiere ganarse el respeto de su pareja. Martín quiere expresar lo que siente por quien le roba el aliento y se mete en broncas. Pedro habla con un lenguaje que los demás tildan de anormal. Dulce es una chica de carácter bravucón que en el fondo desea ser querida.
“Ahora que les consideramos generaciones de cristal, se generaliza algo que no debería ser así. Tendemos a catalogar para comprender las cosas y nos gusta generalizar para no entrar en sutilezas de los individuos. No nos damos tiempo de escucharlos, de acercarnos a sus problemas. Desde la perspectiva adulta preferimos ver que el joven está mal y nosotros estamos bien, solamente le permitimos a los jóvenes entrar a nuestro mundo de adultos cuando ellos estén dispuestos a adaptarse a nosotros”, comenta Armella a Spoiler.
Conforme transcurren las historias de estos adolescentes, la película engancha de tal manera que sacude el hecho de que su pequeño gran universo sufre un cambio radical y las situaciones se salen de control. Ante ese panorama, el espectador tiene la posibilidad de cuestionarse qué tan adversos somos los adultos para un adolescente y por qué nos negamos a escucharle.
“Daniel representa lamentablemente a una gran parte de la población, muchos adolescentes son papás a temprana edad. Mi personaje es un chico que quiere hacerse responsable, pero a final de cuentas es un niño, no sabe cómo hacerlo. Me encargo de plasmar algo real que le sucede a un familiar, un vecino o un amigo, que es buscar la manera de ganar dinero al no tener estabilidad. En este caso lo hago como taxista”, platica Mario Palmerín, actor que personifica a Daniel.
Este filme llega a salas de cine en un contexto sociocultural en que los adultos hemos construido una confrontación con la juventud que tiene como repercusión un crecimiento constante de intolerancia. En este sentido, Pedro simboliza el choque generacional de una época en que todo nos enoja.
“Hay gente que está dispuesta a escuchar, hay gente que no. Al final cada quien tiene derecho a ser uno mismo. Si para ser tú mismo tienes que hablar en un lenguaje inventado, hazlo. Hay que ser pacientes. Si tú vas a hablar en un lenguaje que nadie ubica, sé paciente con quien no te entiende. Y si otra persona habla en otro lenguaje que no entiendes, sé paciente. No tenemos que imponer nada a nadie”, comparte Iñaki Godoy, actor que representa a Pedro.
¡Ánimo juventud! es una propuesta que también funciona como entretenimiento palomero, sin embargo, con la opción de poner sobre la mesa el tema del actuar que se tiene hacia los jóvenes.