Es una película que remonta a Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel, 1956 / Philip Kaufman, 1978) y Shaun of the Dead (Edgar Wright, 2004) por la premisa de una invasión de duplicadores de cuerpos. De hecho, las referencias son demasiado evidentes, por lo que puede interpretarse como una versión a la española con una combinación de ambos títulos mencionados.

Carlos Martín Ferrara apuesta por una sátira para contar la historia de una extraña plaga provocada por una planta y que causa la sustitución de humanos por entes similares, pero con la diferencia de que las réplicas no tienen emociones. El disparate de la idea va ad hoc con el tono de la película, sin embargo abusa con recargar la trama en exceso de comedia y sarcasmo.

Pese a que recurre a dosis de suspenso, no logra equilibrar su propuesta de humor con la necesidad de angustia que le demanda la asfixiante situación que atraviesan sus personajes principales en una huída desesperante por salir bien librados del caos. Bajo ese tenor bien puede decirse que se desaprovecha a Víctor (Iván Massagué) y Lola (Ana Serradilla), quienes hacen una dupla con buena química.

Con un aspecto de Luka Modric envejecido o descuidado, Iván Massagué sostiene en gran medida a El año de la plaga. Encuentra en Ana Serradilla un óptimo complemento para sacar adelante algo que por momentos se tambalea debido a que el guion procura más los diálogos sarcásticos que acciones emocionantes conforme a lo que exige el apremio de las circunstancias que libran Víctor y Lola, que además son expareja y él sobrevive con el alma en el estómago por querer estar con ella, pero no en esas condiciones.

Puede resultar entretenida, sí, no obstante sofocante por lapsos. La disyuntiva es que no ahoga el apocalipsis que se plantea en la ficción, sino la estructura en que se narra ese escenario. Es bueno reírse, sí, aunque tampoco es necesario forzarlo.