El Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF) valoró su trayectoria y labor en la industria cinematográfica honrándolas con un homenaje en su XXV edición. Las actrices Adriana Barraza y Blanca Guerra junto a la productora Mónica Lozano engalanan una sección de distinciones que reconoce el trabajo de las mujeres en el cine mexicano.

En el caso de Mónica Lozano, su carrera en la producción y coproducción ha sido de vital importancia para hacer posibles grandes proyectos nacionales que han contribuido a posicionar a México en el mundo dentro del cine. Películas como Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 2000), Voces inocentes (Luis Mandoki, 2004), El violín (Francisco Vargas, 2005) y No se aceptan devoluciones (Eugenio Derbez, 2013), son algunos títulos que como productora impulsó.

Parte fundamental de su desempeño ha sido la construcción de lazos y puentes para la distribución de cine hecho en México en otros países, principalmente en Europa. También presidió la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas durante el periodo correspondiente de 2019 a 2021.

En el marco de las presentaciones del GIFF conversamos con Mónica Lozano acerca del homenaje hacia su persona, así como del rumbo actual de la producción en México después de la pandemia y los retos que habrán de enfrentarse en el corto plazo.

Entrevista con Mónica Lozano

En los años más recientes hemos visto excelentes películas contadas y hechas por mujeres. Se ha notado mucho el trabajo de directoras, guionistas, fotógrafas, productoras. ¿A qué puede atribuir ese cambio?

Ha habido una mayor visibilidad y una mayor exigencia de más participación equitativa de las mujeres en el mundo audiovisual. Hablamos de temas e historias llevadas a la pantalla que han permitido esa visibilización.

Afortunadamente hoy día a nadie le preocupa trabajar junto a una mujer, de la mano de ella, y al mismo nivel empresarial, de talento y mérito artístico. Se han dado pasos firmes en este ámbito para que haya más escritoras, directoras, fotógrafas, productoras. Claro, todavía es una participación pequeña. Falta mucho para que sea igualitaria y equitativa por completo, pero vamos por buen camino.

Otro aspecto que se nota en películas mexicanas actuales es el territorio. Cada vez vemos más historias fuera de Ciudad de México, contextualizadas y hechas en distintas regiones del país. ¿Nos tardamos en hacerlo o nos demoramos en verlo?

Creo que siempre han habido foros de desarrollo audiovisual a lo largo de la República Mexicana. Tenemos ejemplos muy importantes de ello. El problema es que el costo de la producción se incrementa cuando la sacas de Ciudad de México y apenas hay política pública para el desarrollo de cuadros artísticos y técnicos en las regiones, además de cierta infraestructura.

Tiene que ver mucho con voluntad política y convencimiento de que se trata para el desarrollo de la sociedad dentro de un ámbito que es el cinematográfico. No se trata de que el cineasta salga y busque locaciones, sino también de que existan las condiciones para hacer una película. Tiene que haber condiciones para que se desarrollen la cultura y el talento locales. Se requiere de vínculos necesarios.

Ante un suceso extraordinario como ha sido la pandemia, ¿qué retos vienen para ustedes las productoras y productores en el futuro inmediato al producir series o películas? ¿Qué rumbo tomará esto?

Creo que hay una gran demanda de producción de proyectos audiovisuales muy importantes. Hay una oferta inimaginable. En la actualidad no hay fronteras. Podemos ver series y películas de todo el mundo en el territorio nacional, y a la inversa hay producciones mexicanas que se ofertan a nivel internacional. Existen grandes producciones.

Me parece que hay que construir una relación de cooperación, de coproducción, y no nada más de maquila con los grandes conglomerados de medios, plataformas o grandes capitales que invierten en producciones audiovisuales y cinematográficas. Eso ayudaría a fortalecer a los colectivos, compañías y profesionales.

También debemos empezar a crear más contenidos que reflejen nuestra propia realidad y no solamente ciertos proyectos que vienen cargados de influencia internacional, o que se vuelven híbridos. Debemos buscar contenidos para todos los públicos posibles y no nada más para el que se ubica de mayor consumo. Se tienen que expresar todas las voces. Estamos en un entramado y ante una gran reflexión por hacer para que no nos volvamos unidimensionales en nuestro quehacer.

¿Qué significa ser homenajeada por el GIFF? ¿Qué opinión le merece este reconocimiento hacia su trabajo?

Antes que nada, me alegra por las mujeres, por mis pares. Es algo que no me esperaba. Cuando me comentaron que había sido seleccionada para ser homenajeada me dio muchísimo gusto, es algo que me enorgullece.

Una nunca hace las cosas para que me homenajeen. En lo que yo hago, lo hago porque quiero tocar corazones. Cuando consideran que alguien merece un homenaje porque ha contribuido y genera un impacto es bellísimo. Que ahora me lo reconozcan, ¡me emociona mucho!