De lo malo, lo bueno. La pandemia trajo para muchos habitantes de Ciudad de México una paz inaudita. ¿El motivo? Dejar de sufrir el caos vial. El hecho de no estar más de cinco horas a bordo del automóvil entre el congestionamiento y el estrés colectivo, además del ruido incesante que emana el sonido del claxon, es algo que agradecen miles de capitalinos. Dejaron de sentirse prisioneros del caos. Pero, ¿habrá alguien que encuentre calma y libertad al interior de un coche en una de las ciudades más caóticas del mundo?

Sí, sí hay personas capaces de conseguirlo. Ernesto (Tiago Rivera) y Gloria (Marisol Rivera) son muestra de ello. Lo hacen gracias a un Malibú que se distingue por encima de cualquier otro vehículo que circula por la capital. Y ese carro no se diferencia del resto por el modelo en sí, ni por el color, sino por el trato que se le da.

Ernesto lo usa para robar de forma elegante. ¿Cómo? Provocando choques con el fin de aprovecharse de la prisa, nerviosismo y desconcierto de sus víctimas para “bajarles dinero” como resarcimiento del daño por los golpes. Al mismo tiempo, el vehículo significa para él un refugio. “El Malibú es su casa, su vida, su trabajo. Pero también es el espacio donde puede ser él mismo, ser libre. No es un tipo que haga daño por hacer daño. En ese coche encuentra una forma de acercarse a la sociedad mediante los choques, es su único momento de hacerlo”, comenta Tiago Rivera a Spoiler sobre su personaje.

Malibú es la herramienta perfecta para sanar heridas, para reconocer que amamos profundamente. Es también una herramienta para reconocerse como seres humanos con amor, pasión, sexo, aventura, adrenalina, caos”, comparte Marisol Rivera acerca de su papel como Gloria, una mujer que es corrida de su propia casa por su esposo y no tiene idea de qué hacer de su vida hasta que conoce a Ernesto como consecuencia de una persecución. Toparse con este especialista en choques la lleva a reinventarse en su totalidad descubriéndose en una faceta incluso más peligrosa.

Esta historia tiene lugar en la capital del país, pero no en la que habitualmente ofrecen otros contenidos, es decir, más allá de espacios reconocibles, tales como las colonias Roma y Condesa, o el Ángel de la Independencia. En Malibú se observan diversas calles y avenidas de la ciudad, escenarios donde transcurren persecuciones, choques y explosiones.

“La Ciudad de México es un personaje vivo, una entidad orgánica muy interesante. Mi intención no era mostrar lo mismo de siempre, para lo que se eligieron locaciones impensables. Le agradezco a la producción por esa riqueza que se muestra de la ciudad”, indica Víctor Velázquez, director de la película.

Esta combinación de un vehículo especial, Ernesto y Gloria, hacen de Malibú una pieza cinematográfica que obliga a replantearse el sentimiento de odio/amor por una urbe que en apariencia asfixia a sus habitantes, sin embargo, concede libertad a algunos de ellos.