En Desafiantes (Challengers), Tashi Duncan es una extenista prodigio convertida en entrenadora y una fuerza de la naturaleza que no se disculpa por su juego dentro ni fuera de la cancha. Casada con un campeón que pasa por un periodo de juegos perdidos, Tashi tiene una estrategia para la redención de su marido que da un giro insospechado cuando él debe enfrentarse Patrick, un jugador en declive, su antiguo mejor amigo y ex novio de Tashi. A medida que sus pasados y presentes chocan y las tensiones se disparan, Tashi debe preguntarse: ¿qué le costará ganar?

Es una película que estaba pasando relativamente desapercibida hasta que aparecieron las primeras críticas y la ensalzaron con auspiciosos comentarios. Y la verdad es que no es para menos, se trata de toda una experiencia de alto calibre dramático y de ritmo imparable, sobre todo gracias a sus interpretaciones, las decisiones estéticas y narrativas del director e ineludiblemente por su banda sonora.

Detrás de cámaras se encuentra el elogiado cineasta Luca Guadagnino, quien pone su mirada única al servicio de una historia tan apasionada como compleja. Ahora cambia los caníbales de Hasta los Huesos por tenistas imbuidos en un tórrido romance de larga duración, pero el objetivo es el mismo: ilustrar la amplia variedad de emociones que puede desplegar el ser humano en torno a las formas del amor.

Esto gracias al apoyo de un guión de Justin Kuritzkes que no deja de añadir picante en sus diálogos. Cuando los personajes no están descaradamente coqueteando, se mantienen en un estado de rabioso conflicto.

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Guadagnino capta eso con una cámara de movimientos obscenos y sin pudor. El uso descarado y exquisito del aparato permite la fijación inequívoca en miradas y actitudes. En pequeños gestos o palabras intercambiadas con los rostros de los personajes peligrosamente cercanos, al calor del aliento. Con cuerpos lubricados y resbalosos, o secos pero candentes. La relación del trío se cuenta como en un constante estado de excitación, ya sea por la pasión, las frustraciones, el desconcierto o la necesidad irremediable de estar en contacto.

Zedaya demuestra su potencial interpretativo en todo un nuevo nivel. Es decir si te gustó en Euphoria, si te encantó en Dune; vas a amarla cuando se pone en la piel de Tashi. Con ideas claras y ambiciosas, se planta como una de las figuras más destacadas de la película, cuyas actitudes difícilmente dejan indiferente al espectador.

Esto mientras es flanqueada por unos pretendientes siempre presumidos aunque devastados emocionalmente, a cargo de Mike Faist y Josh O’Connor. Ambos apuntalan el trío amoroso por una competencia no sólo en la cancha sino en la vida y en la conquista de objetivos.

El paquete se amarra con una intensa banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross, quienes en esta ocasión ven sus composiciones mezcladas por el alemán iraquí BOYS NOIZE. El retumbar de los bajos y el fluir de las melodías no sólo eleva la temperatura de las escenas, sino que acentúa la agitación de los personajes. Mientras el espectador goza, se incomoda, se sonroja y se sorprende.

Desafiantes es realmente increíble. Un melodrama épico, erótico sin ser explícito y cruzado por una batalla colosal de egos. Con un sentido estético que solo Guadagnino puede pintar en un cuadro que cuenta con soberbias actuaciones del trío protagonista. Eso además de una banda sonora impresionante al más puro estilo del big beat y la música dance moderna de Reznor y Ross que eleva las pulsiones de la narrativa. Una de las mejores películas del año.