He de iniciar este texto con la pertinente aclaración de que no soy fan de la serie, como tampoco asiduo consumidor del anime. Debo precisar también que no me disgusta para nada este tipo de propuesta visual. Por el contrario, me resulta muy atractiva. Sin embargo, para ser honesto con ustedes, mis atenciones y tiempo han sido enfocados hacia otros contenidos alejados de lo que es la animación.

Dicho lo anterior, me tomo el atrevimiento de introducirme a Evangelion 3.0+1.01 Thrice Upon a Time desde la experiencia cinematográfica que es. Cierto, muchos seguidores dicen que ya se encuentra en plataformas de streaming, pero no se compara en nada a verla en pantalla grande, sobre todo si es en una sala 4DX. 

 

Para alguien que entra en cero respecto a la historia de lo que es Evangelion, la película en sí ofrece la posibilidad de sumergirse en ella desde varios ángulos, independientemente de lo visual. Por sí misma, como relato único, la trama brinda aristas de temas interesantes que se prestan a la interpretación y la reflexión. Además, de eso va el cine, ¿no?

 

De entrada, la religiosidad. En Occidente, por no decir que en México, estamos habituados a no cuestionar la existencia de Dios, o en su defecto a aceptar la imposición de un credo sin oportunidad de elección. A nivel sociocultural hemos crecido con la idea de que si no creemos en una deidad somos seres incompletos. Con Evangelion 3.0+1.01 Thrice Upon a Time vemos una cara opuesta: una barrera definida para no reconocer a Dios como ese ser supremo y bondadoso que ha instituido el catolicismo. Unos lo quieren matar de forma simbólica y otros reniegan de él como ente de contribución al espíritu humano. Eso lleva a preguntarse qué es el espíritu, qué es Dios, qué es el alma. ¿Para qué funciona la creencia en un ser superior? ¿Es necesario?

Otro aspecto que lanza Evangelion 3.0+1.01 Thrice Upon a Time es la humanización. Como sociedad apenas salimos de una pandemia que nos puso a prueba como especie en la relación que tenemos con los demás. De igual manera incrementó nuestra interacción con las tecnologías, a las cuales incluso dotamos de rasgos humanos pese a que no los tienen (nomás pregúntenle a Alexa). Bueno, aquí hay una subtrama en la que un personaje creado sin sentimientos, pensamientos y emociones es tratado como un igual por los humanos con quienes convive. Esa atención con un clon que no tiene alma ocurre en el marco del caos, así que nada cuesta tratarle con desprecio o tenerle miedo dada la circunstancia. No obstante, se elige un camino diferente. ¿Por qué el guionista Hideaki Anno opta por desarrollar el afecto pese a que son dos universos diferentes en un mismo mundo? Quizás porque en el fondo de la película, que después se hace notorio, el amor es lo que mantiene de pie a la humanidad. No precisamente en un tono romántico, sino inherente a nuestra propia naturaleza cuando somos capaces de apreciar a la persona que tenemos enfrente, sea quien sea. 

Un elemento más a considerar es la aparición de Lilith. En el cristianismo es concebida como la mujer expulsada del paraíso. Se le ha atribuido un perfil demonológico. En este 2022 se han exhibido filmes que rescatan precisamente esa figura para posicionarla dentro del género de terror para enaltecer a la mujer como protagonista fuerte en las historias de horror. Tales son los casos de Bienvenidos al infierno (de Jimena Monteoliva) y Two Witches (de Pierre Tsigaridis). Hasta cierto punto Evangelion 3.0+1.01 Thrice Upon a Time retoma con sutileza esa connotación demoníaca en Lilith, pero no en un sentido terrorífico. En este caso se plantea su presencia desde una visión teológica como una divinidad que está atrapada entre el bien y el mal según las concepciones que se tengan hacia esos extremos. Puede sentirse amenazante en función de una intención ajena a ella, no tanto por su voluntad. ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? Estas inquietudes pueden surgir dado el contexto en que aparece dentro de la trama.

En resumidas cuentas, la conexión visual con los aportes narrativos y desprendimientos interpretativos que tiene este adiós de Evangelion es una experiencia sensorial y emocional que mandan al espectador a casa con demasiada información por procesar. Eso se agradece en una actualidad que malacostumbra al público a no sentir ni pensar lo que acaba de ver. Va más allá de ser un contenido con extraordinarias secuencias de batalla acompañadas de diálogos precisos. El boleto vale la pena.