Muchas veces sostener un matrimonio resulta algo difícil, en especial cuando pasan los años, pero a veces hay parejas que deciden intentarlo. Eso sí, en muchas ocasiones el egoísmo se interpone en el amor verdadero y puede terminar por arruinarlo todo. Y eso es justamente lo que plantea Matrimillas, la nueva película de Netflix protagonizada por Juan Minujín y Luisana Lopilato que llega mañana, 7 de diciembre, a la plataforma. 

Matrimillas es una historia que combina romance y comedia siguiendo las vidas de Fede y Belén, una pareja joven con hijos que atraviesa una crisis en su relación. Para ellos todo está acabado y sienten que no hay más posibilidades de salvar su matrimonio, pero como último recurso deciden usar una aplicación que les da o les resta puntos por cada buena acción que hagan el uno por el otro. Y, en un principio, esta parece la mejor solución, pero la obsesión y el egoísmo de cada uno los lleva a descontrolar la situación en la que ellos mismos se involucraron. 

Sin dudas se trata de una historia que muestra otro costado del amor romántico. Pues es un claro ejemplo de lo que sucede cuando la tecnología se involucra en asuntos del corazón. En esta historia ambos protagonistas buscan la solución que tanto necesitan y lo intentan hasta que se dan cuenta de que esto puede traerles beneficios de manera independiente. Y es allí donde entra el juego de seducción, pero al mismo tiempo donde se plantea lo egoísta que puede ser una persona. 

Porque, a decir verdad, desde el inicio de la trama, se nos plantea a los espectadores un matrimonio disparejo, donde a uno le importa mucho y a otro poco. Pero, más allá de los intentos, no logran encontrar el punto medio, por eso, cuando todo se desvirtúa, se conoce la pregunta que plantea este film: ¿es posible solucionar los problemas cuando una pareja está en crisis, pero en especial cuando no hay intención de ambas partes? Una premisa que, claro está, hace ruido en el público actual quienes son los más involucrados, en este caso, con el amor a través de la tecnología. 

Y, si bien el largometraje tiene una historia interesante donde Luisana Lopilato y Juan Minujín son una dupla explosiva con mucho potencial, su trabajo a veces queda arruinado por cómo está hecha la película. Ellos, sin dudas, hicieron una actuación espléndida, pero la poca fluidez del guion y la mezcla entre un romance y comedia con comentarios sin sentido terminan por arruinar escenas que se las podría haber desarrollado aún más. De hecho, la música tampoco ha llegado a acompañar en este tipo de momentos. 

Pues, una buena canción para acompañar escenas donde la música es fundamental hubiese marcado grandes momentos en Matrimillas. Aún así, más allá de eso, la historia está bien lograda y cumple el objetivo: entretener al espectador desde otro punto de vista. No es una trama romántica cliché, sino que busca marcar cómo las relaciones tienden a verse afectadas por la culpa del mismo protagonista. Es decir, quien no cuida su propio vínculo es el que lo arruina. 

Además, deja algo en claro: cuando la obsesión por conseguir lo que uno quiere se apodera de vos y te maneja, siempre se pierde. Porque, si bien pueden ganarse ciertas cosas, nunca lo que en verdad se necesita: el amor. Y allí entra la gran actuación de Juan Minujín, quien en este caso es el encargado de mostrar una personalidad obsesiva con un deseo, pero despreocupada cuando uno más lo necesita. 

Es decir, en simples palabras, Matrimillas es una comedia agradable que tiene sus fallas técnicas, como en el guion o la música, pero en cuanto a historia es aceptable. Y, a su vez, más que necesaria para entender que no siempre la tecnología es la solución a los problemas.